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miércoles, 27 de abril de 2011

ESCULTURA DEL ROMANTICISMO

La formación rigurosamente sometida a los cánones emanados de la Academia de San Fernando, en Madrid, y de L'Escola de Llotja, en Barcelona, fue la responsable en gran medida de la pervivencia del clasicismo durante todo el siglo XIX, dando lugar en sus décadas centrales a una época confusa, de transición al realismo, que apenas dejó aflorar una escultura genuinamente romántica, marcada, cuando se dio, por una temática costumbrista, de interés apenas decorativo, caracterizada por la repetición y hasta cierta intrascendencia.

Vertebrada la escultura religiosa por la recuperación de las formas barrocas, donde se mejor se puede observar esta situación es en el retrato, que pasó de las formulas idealizadas propias del clasicismo académico al retrato realista típico de la Restauración sin que el romanticismo llegara a impregnar de forma significativa la práctica escultórica, generalmente volcada a satisfacer encargos oficiales destinados a decorar edificios administrativos.

Con todo, a partir de época isabelina es posible percibir ciertos cambios de actitud en algunos autores, interesados en dotar a sus figuras de más movimiento y también de una creciente expresividad, dando lugar a obras caracterizadas por cierto lirismo idealizado, a veces casi estereotipado, pero siempre al servicio de los nuevos valores del liberalismo.

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